Wednesday, January 11, 2006

la empinada escalera surgia desde un rincon incomodo como un brazo cataleptico, concretamente marron y antigua, olia a petroleo y a historia, era oscuro su trayecto en donde algunas veces descubrias, gracias a algun habil rayo de sol q se filtraba por entre la tupida hilera de piernas infantiles q la recorrian todo el dia, la huella de alguna pisada, y entonces tu conciencia reconstruia el mito q envolvia aquel signo: su intensidad, restos, color, geometria.
fue aquel dia, antes del ensayo en el atico, cabisbajo trepaba aquella escalera y aparecio fugaz, la imagen de una mariposa brumosa perfecta, levante la mirada y vi el rostro de esa niña, dorada y palida, me miro a los ojos con la profundidad de su negrura, resplandecida por algun inquieto fulgor q aparecio por la alta y pequeña ventana. nos distribuimos en silencio monastico por el crujiente pasadiso. coincidimos en la misma aula de ensayo, la mas iluminada en aquel otoño, con sus inclinadas y altas ventanas q deslumbraban los aromas de la madera de aquellos respetables instrumentos musicales. un piano de cola muy señorial dominaba el espacio, y los demas lo semi rodeabamos junto con el barbado maestro de musica. nuestros violines resplandecian cuando ejecutabamos las notas. ella, sentada al piano, tocaba con absoluta confianza sin casi levantar la mirada del ebano y el marfil de los cuales brotaban antiguas melodias. delicadisimas manos se curvaban y agitaban en etereos sortilegios, yo levantaba apenas la mirada sobre el violin para admirarla con el asombro de quien se topa con algun ser mitologico, habia un brillo sobrenatural q la envolvia. terminado el ensayo se apresuraba hacia las escaleras. pocas veces pude concluir de limpiar y guardar el violin para alcanzarla antes q la recogieran, auque sea para estar a su lado, sin hablarnos con palabras. pero aquellas pocas han quedado tatuadas y pirceadas en mis mas intimas emociones.

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